José Martí fue como individuo un genio deslumbrante. Su luz se manifestó en muchas vertientes. Insigne como poeta cubano, coinciden muchos literatos con mi padre, Espinet Borges, quien escribió que Martí hubiese alcanzado niveles para considerarse entre los “pocos dedos de una mano” de la cúpula de la poesía en Hispano América.

La lucha por la independencia de Cuba, impresa en su corazón, fue causa mayor a la que Martí dedicó prioritariamente su energía con patriótica devoción. Como periodista, como organizador y recaudador de fondos para financiar la Guerra de Independencia, como su vocero ante el mundo, y sobre todo como inspiración personalizada de la causa independentista, Martí fue también simplemente genial.

Pero es otra interpretación de Martí, históricamente la más representativa de su grandeza, la que quiero resaltar hoy como ejemplo para el mundo. Todos los emprendimientos sociales –incluyendo la empresa privada, o en este caso, una guerra de independencia– requieren liderazgo. En ocasión las circunstancias permiten que ese liderazgo lo pueda proveer casi por sí mismo un individuo, como por ejemplo El Liberador Simón Bolívar, mientras que en otras, como en Estados Unidos (constituyéndola Washington, Jefferson y Franklin), requiere una síntesis. La Guerra de Independencia de Cuba requirió también una síntesis de próceres indispensables: Martí, Maceo, y Máximo Gomez. Por favor, no piensen que descarto de ninguna manera a nuestros otros cuantiosos, honorables y valientes héroes, desde generales hasta guerreros y luchadores civiles. Solo quiero señalar que representaron esos tres, Martí, Maceo y Gómez, el mínimo imprescindible para liderar e inspirar la Guerra de Independencia de 1895.

¡Esa fue un baño de sangre, cruenta y cruel! La población campesina, internada en los campamentos de concentración impuestos por el general español Weyler, pereció a diestra y siniestra mermada por la hambruna y epidemias en lo que semejó un genocidio. Y las batallas entre el ejército español y los cubanos mambises fueron enfrentamientos prototípicamente “de macho”, mambises al galope arremetiendo machete en mano contra las mortíferas fusiladas de las tropas canarias de Weyler, la tierra cubana, tal como la causa independentista, fatídicamente fertilizadas en cadáveres y sangre. Me apresuro a destacar que no veo a la Madre Patria España como ejecutora espiritual de un frío genocidio, ni siquiera con respecto a los campamentos de concentración. Más bien lo imagino como un horripilante divorcio, consecuencia de intenso amor rechazado y tornado en atroz despecho. Cuba siempre fue la niña de los ojos de España, una potencial futura provincia al otro extremo del mar, pero siempre añorada y amada. Tanto es así que España canjeó el extenso territorio de Florida para recuperar la ciudad de La Habana, invadida y ocupada por los ingleses. Irónicamente, esa ocupación fue a su vez otra semilla de la independencia, pues permitió a los habaneros experimentar una sociedad cívica y comercial más avanzada y próspera, su puerto abierto al comercio e ideas internacionales y sus cortes civiles más razonables y justas. Así la incompatibilidad de mantener una relación exclusiva y dependiente con España se concientizó y agudizó durante la ocupación, y esa y otras semillas germinaron de nuevo bajo la tutela de los tres próceres en la guerra final por la independencia del 95.

Antonio Maceo, segundo componente de la síntesis, me evoca siempre las epopeyas griegas. De arrojo indomable, Maceo epitomizaba la lucha de los pocos contra los muchos y poderosos, de Termopilae y Maraton. ¡Qué otro mambí pudiese titubear cuando su cid Maceo cabalgaba al frente exponiendo su vida ante el altar de la hombría! Y su señora madre, Mariana Grajales –¡también apropiado carácter de tales epopeyas!– perdiendo sus hijos, uno por uno, en batalla y aun así instando a los demás a seguir.

Tal como Maceo representó el valor, el tercer elemento indispensable, Máximo Gómez, aportó la eficiente gerencia de la guerra. Hermano dominicano que primero bien aprendió ese rol en otras tierras, Gómez contribuyó a Cuba –como si fuese su propia patria– su conocimiento, la experiencia, la logística, y cuando indicada, la prudencia; probablemente evitando en numerosas ocasiones que la lucha se tronchase de un solo golpe, ejerciendo su visión en momentos claves.

Los tres próceres no componían un triunvirato de rivales celosos y avarientos caudillistas, sino que supeditaron sus glorias individuales en síntesis para la causa. Y hasta Martí, el superdotado, vio su gloria multiplicada en la historia sacrificando el desarrollo de su talento literario, que sin duda por dentro le pedía a gritos el tiempo para expresarse y desarrollarse.

Tornando ahora al presente, ofrezco el ejemplo de estos próceres a la oposición de Venezuela, país que amo como una tercera patria después de Estados Unidos y mi Cuba natal. Las próximas semanas plantean a Venezuela una nueva coyuntura de la historia para liberarse del régimen narcokleptotirano. La historia pocas veces es tan generosa de presentar nuevas encrucijadas para recuperar la libertad. Ya se han desperdiciado otras, como después de la elección supermayoritaria de la oposición a la Asamblea Nacional. ¡ESTA VEZ HAY QUE APROVECHARLA, QUIÉN SABE CUANDO VENDRÁ OTRA!

Creo que es obvio que recuperar la libertad en Venezuela requerirá justamente de una síntesis de los diversos líderes y grupos de la verdadera oposición, de aquellos que plenamente comprendan que cualquier acomodamiento con el régimen solo le dará aire para reconsolidarse y continuar su corrupción y opresión. El momento de recuperar la libertad, sumergiendo intereses y aspiraciones personales a nombre de una causa mayor es ahora. Al igual que sucedió con Martí, aquellos que respondan a esta imperativa verán también su grandeza multiplicada exponencialmente en los anales de la historia.

En el nombre de Dios, y con el sentimiento y apoyo de hombres y mujeres de bien en nuestro hemisferio y el mundo, rogamos por la claridad de pensamiento y valentía de la oposición venezolana en este crucial momento. Que cumplan con su deber histórico. Aun si en tan corto plazo no se concreta plenamente otro Bolívar, al glorioso país de “Venezuela Heróica” no le faltarán sus Maceo, Máximo Gómez, y Martí para en síntesis abnegada hacerlo realidad.

Nos comenta el autor, Randy Espinet, que: “Aunque el articulo primero salió publicado hace un año en la revista Lux, la parte referente a la Venezuela contemporánea increíblemente parece todavía más pertinente ahora que entonces”.